domingo, 9 de diciembre de 2012

como el antojo de chocolate, sin ni un peso

Tú, siempre tan hombre, tan viril, hombrecito que estás dentro de mi, dime hace cuando no te veo sintiéndote todos los días, dime por qué me quieres tanto, y no le eches la culpa a mis ojitos inexpertos, este par brillante que te provoca el no sé qué bajo tu ombligo, ese cosquilleo culpable en tus manos fuertes, anchas, capaces de tomar algo tan grande como también algo tan frágil, háblame de estas piernas flacas que corren a tus brazos y juegan con tus pies, háblame de estas manitos que intentan taparse el estómago de nervios y estos brazos de tus dedos, tienes tanta fuerza hombrecito, tanta que no me puedo acurrucar, me tapaste los labios hombre, y ya no puedo ni modular, háblame de mi cuerpo y de este potito rígido, éste que hiciste tuyo a la fuerza, devuélvemelo con tu nombre en un borrón donde ya casi no se ve, pero que sigue sucio por tu caligrafía juvenil.