viernes, 24 de enero de 2014

Lúcido físico, pálido.

¡Tengo que comunicar!. La ciencia del estado estimula las lenguas y produce euforia, se desata, se impacienta, se pierde. Surge la catatonia lumínica que despierta las arterias, dejando atrás el paciente pulso habitual, cobrando vida, masticando las venas, más fuerte. Un poco mal, un poco repetitivo, repetitivo, muy repetitivo, y electriza, contrae los muslos, luego los brazos, y baja, y quiebra, y me atrapa, me envuelve. Se hace más tranquilo, más habitual, proporcional al desastre, exhala y lo activa, y late, y late, y late, y ¡bum!. Sudor mental. Vuelvo un poco a lo real y fusionan, mezclan sus humores, tranquilizan la rabia. La brisa pasa como en un cuadro de MARVEL, se dibuja cada metro cuadrado, comienzo a pensar con la cabeza olvidando mi cuerpo crónico. Y se escucha el hogar. El silencio como el hito más importante, insensibilidad luego de un cosmos de sensaciones.

viernes, 17 de enero de 2014

In-time.

Quedóse pacífica al borde
de toda su ternura,
creando un margen para
echar por la borda.

"Es necesario ser un mar para poder recibir una sucia corriente sin volverse impuro."

Sigo cayendo, y creo que llegué al límite de la moderación, llegué al punto en el que, según Nietzsche, se logra amar la tierra más que al propio ser, creo que llegué al punto de odiar un poco el ser, querer ser básica e intuitiva, ser lo que los portugueses llaman "a criança". Hoy temo que la tierra me ponga obstáculos, y ansío tanto el viajar por miedo a éstos mismos.
Mi hombro cicatrizó, al igual que todo mi cuerpo, junto con la serpiente salí viva y más clara, y me puse a pensar, ¡ay dolor que me duele pensar!, necesito soledad, atarme junto al arena, caminar más que nunca, ver mi barrio, dejar mi barrio y contemplar exactamente los mismos colores pero a 500 kilómetros del hogar, y recordar entre los bosques húmedos del sur y con un tinte otoñal, las calles suburbanas donde la adicción es un legado. Corazón, piernas, respondan e invítenme a pasear, por última vez divisaré estas veredas con este par de ojos, me voy al sur a conseguirme unos nuevos, unos más húmedos, unos que tengan ganas de llorar al ver la adversidad, me quiero emocionar, gritar, BAILAR y reír, lo de siempre pero desde el alma.
Desde hace un tiempo me venían intuiciones o algo así como pequeños déjà vu, y vivía con rabia. Mi cuerpo y mi raciocinio, ¡oh par de estúpidos!, no comprendían ni asociaban el poder y nivel de la mente, pero ahora sí, hay algo peculiar en estas calles, cuando camino por ellas siento como si me hablasen, me provocan un efecto psicotrópico inigualable que me transmite esa rugosidad esencial de los adoquines y es como si mi cuerpo entero fuese de adoquines, y mi lengua, y cada poro de mi espalda, y esto es comunicación, la fusión entre la calle y mi propio ser. Y tropiezo, y río, camino.