viernes, 24 de enero de 2014
Lúcido físico, pálido.
¡Tengo que comunicar!. La ciencia del estado estimula las lenguas y produce euforia, se desata, se impacienta, se pierde. Surge la catatonia lumínica que despierta las arterias, dejando atrás el paciente pulso habitual, cobrando vida, masticando las venas, más fuerte. Un poco mal, un poco repetitivo, repetitivo, muy repetitivo, y electriza, contrae los muslos, luego los brazos, y baja, y quiebra, y me atrapa, me envuelve. Se hace más tranquilo, más habitual, proporcional al desastre, exhala y lo activa, y late, y late, y late, y ¡bum!. Sudor mental. Vuelvo un poco a lo real y fusionan, mezclan sus humores, tranquilizan la rabia. La brisa pasa como en un cuadro de MARVEL, se dibuja cada metro cuadrado, comienzo a pensar con la cabeza olvidando mi cuerpo crónico. Y se escucha el hogar. El silencio como el hito más importante, insensibilidad luego de un cosmos de sensaciones.
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