martes, 29 de marzo de 2016

Existen noches de catarsis en semanas medias lunáticas donde mi susceptibilidad capta y se estremece, pero mi cabeza sabe, intuye, premedita y logra crear un equilibrio en el músculo principal. Un equilibrio manifestado en todo mi cuerpo, mi energía, hasta en mi romanticismo, el equilibrio del caos. Creo estar más viva o más presente en la realidad. Me atrae mucho lo que no es fácil y el daño lo puedo soportar de mil maneras, pero cuando es explícito algo se funde dentro mío, el cerebro con sus conexiones y sus nervios reinician toda la droga que había en mi, me dejan como nueva, más clara; y paso por un estado de shock, mis ojos se sienten miserables, se hunden en una atmósfera cerrada, muy propia; y aunque guardan la calma, su color y su forma, la mirada se encuentra desecha y media perdida, el estado necesario para acordarte que estás vivo y tienes que cuidarte.
Nunca dejé de escucharme, tampoco de engañarme apropósito, me planteé algo irreal porque tuve la oportunidad, todo gracias a mi pasionalidad de querer arriesgarse constantemente, llegar a los límites propios y del otro para ver qué tan radical se puede llegar a ser; quizás ésto lo planteo desde el principio y no me alcanzo a dar cuenta, por lo tanto hay que tener un toque de criterio y saber despedirse de la mejor manera, haciendo las paces con mis venas y con su sangre.