martes, 6 de mayo de 2014

Ficción

Desperté, pero al abrir los ojos divisé una penumbra similar a la sueño. Desperté sentado, con mi brazo derecho apoyado en el brazo del sillón y el otro inerte sobre mis muslos. Las imágenes que se podían contemplar se reducían únicamente a una luz similar a la del claro de luna, en un cuarto cerrado con cortinas y paredes blancas, dos cajas a medio abrir, una mesita de centro y un sillón frente al que me acogía. Me paré como lo haría cualquier otro ser humano, con las rodillas rígidas y una leve inclinación hacia delante, pero con ella un vértigo me abrazó haciéndome llevar una de mis manos hacia la frente, caminé por el pasillo, la atmósfera opaca teñida de azul marino comenzaba a molestarme. Cuando llegué al baño, exausto, choqué con fierros y más cajas que impedían el paso, en la desesperación por mojarme la cara y despertar al fin de este estado involuntario, quise pasar por encima de todo sin importar lo delicado que podían llegar a ser estas cosas, pero no pude, mis brazos dejaron de responder, mis ojos me desobedecían y mi cabeza trataba de formular pensamientos coherentes, sin alcanzar su objetivo, claramente. Entre todo ésto, la puerta traas de mi, sigilosa, se abrió, era ella (en un desvelo, quizá) -¿te prendo la luz? -preguntó, quise contestar, decirle algo, pero desde que desperté no había podido formular siquiera una palabra que no se redujera sino más que a pensamientos, por ende no hablé. Intenté enviar alguna señal desde mi cerebro hacia mi cuerpo, cualquier cosa que me convenciera de que aún tenía el poder de mi estructura física, pero ella ya había prendido la luz y las paredes oscuras transformaron su color a amarillo, chocando ésta como electricidad contra mis córneas, provocando un dolor agudo, haciéndome cerrar el par de párpados. Abrí los ojos, eventualmente, dentro de esta oscuridad, pudiendo observar en cada pestañeo un cuadro desde mi cama, la luz del living había permanecido toda la noche prendida, -va a salir cara la cuenta -pensé, pero no fui a apagarla porque involuntariamente cerraba los ojos y volvía a mi agonía.
Luego de ésto solo sentí el choque de mi cuerpo, aunque no el choque mismo, más bien la sensación contra los bultos alojados fuera del baño y su voz indiferente que se agitaba con repeticiones constantes en mi inconsciente, similar a un eco. Sentí mi cuerpo muerto y mi mente activa, quise cerrar la boca, acomodar mis piernas, bajarme la polera para no mostrar el vientre que se asomaba, pero me invadió un cansancio incontrolable. Ella se acercó hacia mi cuerpo flácido, palmoteó mi cara, tres veces, una cada vez más fuerte que la anterior, cayendo mi mejilla izquierda al frío de la cerámica (hasta ese momento había perdido toda noción de espacio, no me había cuestionado dónde ni sobre qué estaba), ahora mi cuerpo se enfriaba temperándose con el suelo. Esperé alguna reacción favorable de parte de ella, pero al parecer estaba solo de nuevo con una luz que invadía aún más el malestar de toda esta situación.