jueves, 4 de diciembre de 2014

Round 5000

En algún momento dejaré el orgullo de lado y empezaré a mandar gente a la mierda, queda poco, paciencia, lejos de acá donde no me ganen los recuerdos, donde no me gane el cuerpo, cuando mi mente decida el porvenir de mis actos, cuando me encuentre pura, por mientras laburo, por mientras enojo, por mientras miradas cansadas, letargo.

sábado, 13 de septiembre de 2014

join-ki-duk

Se acomoda la noche, encienden las luces, las sonrisas y los ojos pequeños, la facilidad del habla se entorpece en las vocales, las drogas dejan de hacer efecto, se seca la boca, converso con uno, converso con el otro, con el sureño, vuelvo a la banca, ¿vamos al baño?, ¿al "baño"?, no me pega, la gente comienza a hablar demasiado, el tema deja de interesarme, lo intento cambiar, él vuelve al mismo, ¿tenis fuego?, hablo por inercia, me río por inercia, la paso bien por inercia, ¿qué es?, cogollo, septiembre, contactos, amigos, no tan amigos, conocidos, la ciudad intimida o te adormece, a mi me molesta, espero micro, pido fuego, mejor me voy caminando, ¿no te da miedo?, y qué me van a hacer, aparte ando armada para hacer juramentos de sangre, me voy a resfriar, pienso, la pasé bien pero se acaba la noche, he perdido la suerte, ahora actúo siguiendo un canon establecido por mi memoria, siempre lo mismo, la misma manera de llegar a los mismos temas, camino y pienso, me aburrí y gasté demasiada energía, no es el momento de parar, sino el momento en que perdí el interés, fue una odisea, y no salí ganando, opté por escapar, escapar de este desierto penado por el viento, con las mismas cosas en el mismo lugar y yo al medio sin saber a cual duna dirigirme, no, excavé dunas antiguas, las conocidas para no arriesgar mi vitalidad, entonces comencé a caminar en círculos a trabajar sobre el trabajo ya hecho y me terminé cansando más, respiré, dejé de llorar, dejé de hablar porque cuando hablé estaba en lo incorrecto, cuando hablé me sapearon, hablar solo me trajo disgustos, hablar me endureció el piso y me dijo: no confíes en la gente, lloré por dentro, como palomita me quería entregar a cualquiera, pero todos los cualquiera negociaban con algo, es tan difícil ser transparente en este país, tan fácil la incompetencia, egocentrismo, fotos, palabras FALSAS, la tv, la gente de la tv, el gobierno y las bombas, decir la verdad, ¿decir la verdad?, lo dudo, cuál es el mayor defecto del ser humano?, el miedo, sí y también la mentira, no podía escribir, no hice nada en un mes, fui un sonámbulo, pensé, fumé mucha marihuana, no quería sentirme normal en ningún momento, mucho cigarro, dolor de cabeza, de piernas, y no, no entiendo a la gente, se fueron los sureños, los otros también, ellas también, quedó una parte de mi que quería seguir drogada.

viernes, 25 de julio de 2014

yo culiá

Pudo haber sido cualquier cosa, un sonido, una imagen, pasos, comida, pudo haber sido que en ese momento el violeta de su pijama le pareció más bonito o la noche estaba exageradamente melancólica, no sé, pero tenía unas ganas casi incontrolables (a no ser por su orgullo) de llorar durante el resto de su existencia.
Quizás me sentía víctima de algo en lo que era culpable, de todas maneras si éste fuese el caso dejaría de ser culpable y pasaría a ser un trastorno psicológico. Aún así no merecía esta manera obsesiva de querer hacerme entender "a la fuerza" (víctima culpable).
Quizá quería llorar por el hecho de que vio cómo un sueño se desmoronaba por completo quedando hecho trizas todo el trabajo acumulado, toda la formación personal, el traspaso de barreras, el respeto y hasta un poco de aprecio, y ver desde lo más profundo de su entierro al fin un poco de luz tratando de reconstruir los escombros ahogados en lágrimas. El miedo, la desesperación de un par de horas. No sé qué es peor.

lunes, 7 de julio de 2014

Revolución sicodélica.

Quiero reflexionar mi relación con las drogas psicodélicas, aunque es complicado, me atrevo a hacerlo de una manera sutil e ignorante. La primera vez me vi influenciada por la ansiedad de probar, probar sin conocerla, sin saber qué significaba; dar un vuelco en la manera de ver la vida que antes tenía, un vuelco a mis sentidos y mis sentimientos. La primera vez fue eufórica, visual y auditiva, una droga sintética pero no menos introspectiva; me descubrí en una escena lumínica, rodeada de extraños experimentando sensaciones parecidas a las mías. Bailé y gocé con los colores. Descubrí mi gusto por las lagartijas, esas coloreadas lagartijas que podía ver bailando en las paredes al ritmo de "matanza". Descubrí mi electricidad. Descargué una parte oculta y tímida de mi cuerpo. Saqué mis colores y ritmos internos. Reí. Admiré los árboles y los murales de independencia. Fortalecimos una amistad grata, basada en confianza y gustos parecidos, caminamos y el viaje entero, el pre, durante y post fue bonito, cómodo, el más agradable, el primero.
El segundo no tiene una importancia muy grande, aparte de que me sirvió para liberar el estrés y bailar hasta quedar agotada. El tercero lo mismo, fue un paseo por la ciudad, un viaje en metro, análisis de murales y canto e improvisación musical. Otra vez fue también para relajarme un rato y ver figuras por todas partes.
Antes siempre había probado de estas drogas sintéticas, pero mi quinto viaje fue con el grandísimo San Pedro, éste sí fue importante porque el contexto también lo fue; significó el reencuentro con un grupo que se había desgastado un poco, pero que al final nunca dejaría de tener la esencia que nos caracteriza, 3 años de amistad bien firmes. Dos tomamos san pedro y la tercera solo fumó. El viaje más puro que he tenido en mi vida, mescalina recorriendo mis venas, una luna de fuego y un eclipse que nos acompañó durante todo el viaje. Fue entretenido sentir como la naturaleza iba limpiando mi espíritu, había tenido unas semanas de mierda y me abrió caminos que tenía ocultos. Introspección pura, cáctus puro, medicina pura.
Pero claro, soy humana y después del San Pedro había decidido no tomar nunca más los químicos asquerosos que me estaba metiendo en el cuerpo antes, decía: -es como hacer la comparación entre el porro paraguayo y el cogollo-. Pero como soy porfiada también, volví a tomar de los chinos, y me dejó claro que no lo tenía que volver a hacer. Fue la experiencia más sucia que pude experimentar, y fue una dosis muy alta también, al principio la psicodelia fue única, algo que nunca antes me había siquiera imaginado, trataba de buscarle una explicación, de grabarlo en mi memoria pero era tan potente la alucinación que después de un rato de ver tanto mandala perdí la consciencia de mis actos. Recuerdo que estaba viendo la fogata, la madera descascarándose, disfrutando de este viaje único. Pero el silencio fue interrumpido por uno de los irresponsables y más novatos. Sí la droga era muy fuerte, no era para cualquiera y él se asustó, contagiándonos con sus "me voy a morir". De ahí en adelante mi cuerpo reaccionó frente a eso, hizo oídos sordos y quedó en mute, en pausa. Claro está que mi cuerpo siguió funcionando y funcionando demasiado, me desvestí, grité, sudé, hice tanta cosa mientras en mi mente creaba una ilusión paralela. Sentí que moría de sed o más bien de un agotamiento interno, era como si mi cuerpo por dentro estuviese pudriéndose. Luego moría de frío y me decía -ésto es, estoy viendo la luz-, luego veía la oscuridad y consciente de ésto, de que me estaba muriendo, lo disfrutaba. Igual yo soy un poco loca pero en estas situaciones donde no se puede hacer nada no queda más que disfrutar la sensación, descubrir tu cuerpo y hasta dónde la mente te puede engañar. Recorrí mi vida entera en esa noche, vi a mi familia, a mis amigos, mientras mi cuerpo se desesperaba. Me volví loca, esquizofrénica y cuando el malestar era tan rotativo que me cansé pegué el último grito y dije (todo en un cuadro imaginario): -lo mejor que se puede hacer en estas situaciones es dejarse caer-, y solté todo mi cuerpo, todo mi ser se desvaneció, mi mente vagaba en un puntillismo rugoso, en un blanco sucio, en un mal viaje. Siempre tuve la duda de cómo sería un mal viaje y luego de esto descubrí que para todos es diferente, a mi me gustó en el momento pero las secuelas eran inminentes. La mañana fue más linda, cuando el efecto se desvanecía desperté en un saco, semidesnuda, abrí los ojos y pude divisar burbujas flotando en todo el firmamento, aparte que donde estábamos teníamos una vista de santiago entero, cubierto por un manto de burbujas gigantes que reflejaban por el lado izquierdo un tono calipso y por el lado derecho un tono fucsia, burbujas que se creaban entremedio de las ramas, se desplazaban con la brisa y chocaban con nosotros, con el suelo y era tan natural que hasta el día de hoy lo creo real, sí lo creo real porque no dejé de verlas hasta que me acosté a dormir a las 5 de la tarde.
El viaje, el extraño viaje que aún no termino de analizar.
Quizá en algún momento me arrepentí de haberlo hecho pero ahora sé que tuve una lección de vida y para mi interior también.
Hasta ahora puedo decir que me ha ayudado a aprender, conocer mi  cuerpo y mi espíritu, descubrirme en las situaciones más extremas, conocer mis reacciones, mis gustos y mi comodidad, me gusta la psicodelia, pero de vez en cuando, es medicina y no un juego de niños como lo veía hasta hace algún tiempo, introspección y conocimiento del ser, contacto con lo natural, con el instinto, lo mejor es cerrar los ojos y sentir, sentir, sentir.

sábado, 21 de junio de 2014

Carne de Resfrío

Hay muchas razones de crisis existencial, y el más grande problema se basa en que dejé de irradiar mis malestares: no hay más escritura y el dibujo solo refleja el lado artístico innato. Lo que me solía divertir ahora me aburre, lo que me solía dar confianza ahora lo rechazo viendo sus caras ocultas. El poder de la amistad, la facilidad de mentir en cuanto a los sentimientos, eso más que nada me hace dudar. El rechazo a mi humanidad, a mi naturaleza, me rechaza y yo rechazo. La soledad es pasajera y hay que quererla cuando la encuentras -como el silencio-, pero cuando no llega en el momento preciso se nubla la existencia, se atocha, se comprime, y el deseo de desvanecerse te tienta, dejarse llevar, hablar por hablar, hacer daño, gritar. No es tu culpa, ser humano, es culpa del espacio. La confianza ya se perdió, la confianza en la gente y en los nuevos seres, quise alargarlo lo más posible pero su presencia llegó a colmarme. Ya no busco la felicidad, sino una soledad cómoda. Me harté de la incompetencia y mi incompetencia frente a la incompetencia. Antes me sentía obligada a obedecer, ahora me siento obligada a desaparecer, y ¿cómo se desaparece?, ¿qué es desaparecer?, ¿huir?, no, callar. La gente habla demasiado y los que deberían hablar callan en respuesta de los que parlotean. Yo callo y no es ninguna respuesta, sino indiferencia, sumisión, ira o meditación.
A los que verdaderamente amo solo se los he dicho en sueños o quizás una vez en mi vida.
Nunca más de diez.

martes, 6 de mayo de 2014

Ficción

Desperté, pero al abrir los ojos divisé una penumbra similar a la sueño. Desperté sentado, con mi brazo derecho apoyado en el brazo del sillón y el otro inerte sobre mis muslos. Las imágenes que se podían contemplar se reducían únicamente a una luz similar a la del claro de luna, en un cuarto cerrado con cortinas y paredes blancas, dos cajas a medio abrir, una mesita de centro y un sillón frente al que me acogía. Me paré como lo haría cualquier otro ser humano, con las rodillas rígidas y una leve inclinación hacia delante, pero con ella un vértigo me abrazó haciéndome llevar una de mis manos hacia la frente, caminé por el pasillo, la atmósfera opaca teñida de azul marino comenzaba a molestarme. Cuando llegué al baño, exausto, choqué con fierros y más cajas que impedían el paso, en la desesperación por mojarme la cara y despertar al fin de este estado involuntario, quise pasar por encima de todo sin importar lo delicado que podían llegar a ser estas cosas, pero no pude, mis brazos dejaron de responder, mis ojos me desobedecían y mi cabeza trataba de formular pensamientos coherentes, sin alcanzar su objetivo, claramente. Entre todo ésto, la puerta traas de mi, sigilosa, se abrió, era ella (en un desvelo, quizá) -¿te prendo la luz? -preguntó, quise contestar, decirle algo, pero desde que desperté no había podido formular siquiera una palabra que no se redujera sino más que a pensamientos, por ende no hablé. Intenté enviar alguna señal desde mi cerebro hacia mi cuerpo, cualquier cosa que me convenciera de que aún tenía el poder de mi estructura física, pero ella ya había prendido la luz y las paredes oscuras transformaron su color a amarillo, chocando ésta como electricidad contra mis córneas, provocando un dolor agudo, haciéndome cerrar el par de párpados. Abrí los ojos, eventualmente, dentro de esta oscuridad, pudiendo observar en cada pestañeo un cuadro desde mi cama, la luz del living había permanecido toda la noche prendida, -va a salir cara la cuenta -pensé, pero no fui a apagarla porque involuntariamente cerraba los ojos y volvía a mi agonía.
Luego de ésto solo sentí el choque de mi cuerpo, aunque no el choque mismo, más bien la sensación contra los bultos alojados fuera del baño y su voz indiferente que se agitaba con repeticiones constantes en mi inconsciente, similar a un eco. Sentí mi cuerpo muerto y mi mente activa, quise cerrar la boca, acomodar mis piernas, bajarme la polera para no mostrar el vientre que se asomaba, pero me invadió un cansancio incontrolable. Ella se acercó hacia mi cuerpo flácido, palmoteó mi cara, tres veces, una cada vez más fuerte que la anterior, cayendo mi mejilla izquierda al frío de la cerámica (hasta ese momento había perdido toda noción de espacio, no me había cuestionado dónde ni sobre qué estaba), ahora mi cuerpo se enfriaba temperándose con el suelo. Esperé alguna reacción favorable de parte de ella, pero al parecer estaba solo de nuevo con una luz que invadía aún más el malestar de toda esta situación.

miércoles, 23 de abril de 2014

Moriré de viejo.

Bajó las escaleras pensando qué micro iba a tomar, mientras sacaba la cajetilla para luego posar un cigarrillo entre los dientes, distrayendo así el dolor de cabeza que lo acompañó durante todo el día. Cuando salió por fin a la calle, ya oscura por la temporada invernal que se comenzaba a sentir, prendió el cigarrillo y cruzó la calle corriendo, cuando llegó al otro lado se sintió más agitado de lo normal y pensó que debería dejar de fumar, luego se retractó y se dijo:
-No, me moriré a los 99 años con un cigarro y un vaso de whisky en la mano, moriré de viejo y de porfiado sentado en mi sofá, asqueado del olor de los viejos libros de la enorme biblioteca que tendré, cansado de tomar té o mate, del olor de las flores o de mirar la cordillera en invierno, moriré cuando esté cansado de mi caligrafía, cuando esté cansado de la vida moriré, además los vicios son necesarios para la gratitud humana... -y prendió otro cigarro luego de decidir caminar en vez de tomar micro. Caminó y cuando se hallaba vacío de pensamientos movió ligeramente la cabeza para aflojar el atlas y el axis, aliviando el cuello y la espalda. Hace días que convivía con un incómodo pero sutil dolor de mandíbula. Caminó despacio sintiendo cómo de a poco su mente se acumulaba del movimiento intranquilo de la ciudad. Sus ojos fueron testigos de que las luces de los semáforos se multiplicaban creando una ligera catarsis visual y la arquitectura cubista del centro no ayudaban a calmarla. Pasó una micro por su lado, como tantas otras pero ésta, para él, no sonó como las demás; sus oídos estaban tapados, la atmósfera comprimida y la vereda cambió de dimensiones tornándose más pequeña, el ruido de la ciudad también se tornó más pequeño. Al principio se asustó ya que no había consumido nada que pudiese distorsionar sus sentidos, además de los dos cigarrillos y un completo XL de Estación Central a la hora de almuerzo, pero luego cuando se quiso mirar las manos y no pudo aseguró estar soñando, y se dijo -habrá que disfrutarlo y esperar la alarma -luego de pensar ésto sentía que las sábanas le incomodaban, que le envolvían junto con los colores que veía en su sueño, ya no estaba tan tranquilo. Quiso despertar, sacarse el tapón que tenía en los oídos. Quiso gritar, hablarle a alguien siquiera pero todos sus esfuerzos se reducían a una mirada desesperada que nadie, en aquella calle citadina, tomó en cuenta. No eran las sábanas lo que le envolvían, sino su propia existencia. Cesó de ver colores, éstos se diluyeron dejando su vista grisácea y con una luminosidad cegante, dilatada. En ningún momento sintió que caía pero tenía la certeza de que ya no caminaba, dejó de sentir su cuerpo, ahora él era solo mente e imagen; cansado, cerró los ojos esperando despertar y cuando se dio cuenta de que ésto no volvería a suceder, parpadeó por última vez, calmando su corazón, obstruyendo el tráfico, avalando el morbo de la gente que nunca lo conoció y que ya no tendrían la oportunidad de hacerlo.

Danae.

martes, 22 de abril de 2014

La Rue

La rue.

Busqué en la tierra, entre el pasto, observando cada hebra de luz entre su delgada existencia.
Me subí a la locomoción investigando rostros, busqué tragedias, identidades, personas. Caminé por la carretera, probé los asientos de 63 vehículos, repetí 20 historias. Divagué, mentí. Mi cuerpo se hizo silencio, la luna cambió de lugar, mis pies se enfriaron y despejé el cuello. Quise correr y corrí junto al viento y la cordillera de los Andes.

Quise volver y volví, quise llorar y fracasé, quise caminar y fracasé; fracasé y caí, observé el pavimento mientras diez mil pies pasaban junto a mi cuerpo. Me levanté y comencé a escribir para tratar de entender la situación de estas calles, mis calles, el suelo que me conoce y convive con mi presencia; las casas viejas y las viejas conventilleras, los murales de los creadores más básicos en términos de pintura hasta los más increíbles retratos con un tag entre medio. Todo eso escribí. Desahogué cada adoquín que me hizo tropezar. Di vueltas en bicicleta, a pie y hasta soñando; en cada vuelta cayó una palabra, un garabato o un mar de ellos; y también cayó una Danae y un carácter que no conocía.

jueves, 17 de abril de 2014

La luna es tacaña

Vivían viendo transformar el cielo de negro a azul y de azul a celeste, corriendo por las praderas y rascándose entre los espinos y los árboles descascarados. Vivían por si solos y para ellos mismos, sin ansias de encontrarse con alguna otra vida; ermitaños, descalzos, sin tiempo; viendo cómo sus patas crecían y sus cuerpos desarrollaban fibra. Olían cada rincón de la quebrada marcando territorio en una tierra donde nadie más habita, o eso era lo que pensaban.
 Como en toda rutina de buscar alimento, él se fue lejos siguiendo el rastro de un extraño pero exquisito olor; bajó y cruzó el río, subió y desprendió piedras y mucha tierra, hasta que llegó a un valle tranquilo pero bastante similar al de su hogar, ahí encontró un extraño ser: sus patas se parecían mucho a las que él había trabajado durante toda su vida pero las facciones del hocico destruían el canon estético que alguna vez vio en su padre; éste ser era un hembra. Se acercó tímido, un calor le entró desde la cola hasta el cuello, se había enamorado. La saludó y la invitó a su valle. Vivieron durante mucho tiempo juntos hasta que el amor y la costumbre de la convivencia se fueron gastando, comenzaron las peleas, los ladridos y los robos de comida, pero él la seguía amando y no la quería perder; así que recurrió a la palabrería poética y las serenatas nocturnas acompañadas de cenas románticas y veladas que solo un caballero con buen gusto y pasión por su pareja puede lograr, así ella volvió a caer bajo sus patas y renació el cosquilleo juvenil. Un día jugaban a escalar aquél árbol donde él nació, llegaban hasta la punta y cuando lo lograban unían sus patas delanteras y aullaban con la luna a sus espaldas tan llena como sus corazones en ese momento, aullaron tanto que él quedó casi sin voz, y con los últimos respiros le dijo:
-¿Confías en que mi amor es realmente verdadero? -suspiró apenas.
-Sí que lo creo.
-¿Quieres que te lo pruebe? -desafió.
-¿Y... como lo harías?
-Mira, ¿ves ese cerro que impide la vista de Venus?
-Sí claro, vengo del otro lado.
-Bueno, subiré ese cerro, llegaré al valle donde te criaste, escalaré el árbol más alto que encuentre y cuando esté en su copa aullaré tan fuerte como me acabas de escuchar; si mi aullido llega hasta acá y sacude tus patas y tu corazón mi amor estará completamente probado.
-¿Eres capaz de arriesgarte? -dudó ella.
-Por ti cruzaría Los Andes completo.
 Juntó todas las energías que había acumulado en su larga vida y corrió cerro arriba, tropezó, cayó y siguió hasta llegar a la tierra que cerraría su amor por aquella, buscó el árbol más alto antes de que el calambre se apoderara de sus piernas, subió y gritó, desahogando todo el cansancio que esta mujer le hacía sentir, aulló y desde su hocico un mar de pasión se le desbordaba, y entre los colmillos silbaba cada parte del cuerpo de ella, amándolo, deseándolo estando tan lejos por primera vez. Bajó del árbol y volvió y cuando llegó la llamó, tres veces, pero no hubo respuesta, la buscó en el árbol donde habían cerrado el trato pero ni rastros de ella, bajó al río... No estaba en ninguna parte. Se fue a dormir, el otro día pasó, al igual que el siguiente y el siguiente, por 10 días no apareció, por un mes no apareció, él se vio abandonado. Regresó a rascarse en los espinos, ahogó sus lágrimas entre la rosa mosqueta y nunca más volvió a subir hasta la copa de los árboles.

jueves, 20 de marzo de 2014

El mito del Troncal.

   Siempre me interesé por la interacción de los colores a través de la vista. Prematuramente me di cuenta de que las manchas eran más que una pasión para mi, así que lo pintaba todo. Mi closet infantil eran únicamente delantales que parecían del mejor artista de los últimos tiempos, y mis maestros me solían llamar la atención por mi mal vestir y, que en lugar de hacer las mayúsculas con rojo, me dedicaba incansablemente a dibujarlas púrpuras y subrayar con verde. En el colegio, además, los adultos solían tacharme de raro, ya que solía divagar perdido mirando los techos de los edificios desde mi pupitre.
 Fui creciendo y mis psicólogos replicaban que me había quedado en los 5 años debido a mis constantes divagaciones, nada falso, pero un poco doloroso para mis padres.
 La historia que les contaré no la recuerdo, pero me la relataron, y el protagonista lo conozco como mi álter-ego subconsciente.
Se dice que una vez tuve una amiga, una muy buena amiga cuando solía ser pequeñito de altura. A ésta, con su cabellera opaca, la recuerdo sucia, como si siempre hubiese estado comiendo maqui, en realidad, esa era su excusa, y yo le creía, bastante ingenuo, desconociendo el hecho de que en Santiago no crece maqui. El punto es que esta niña siempre fue un misterio para mi, y me llevaba a hacer cosas que los niños no suelen hacer. Me asustaba, hasta que un día descubrí que compartíamos la misma pasión por los colores, más aún, cuando le mostré mis cuadernos de la escuela ella quedó muda, tomó mi mano y como si fuese el mejor espectáculo pirotécnico me llevó corriendo a su casa, allí me di cuenta que también compartíamos las manchas en la puerta del dormitorio y una que otra repartidas por la casa entre garabatos y manos sucias. Entramos a su pieza, se escondió bajo la cama y sin darme cuenta comenzaron a volar bolsas de colores tipo yogur.
   -¿Qué esperas?-me dijo- Mételas en la mochila que te voy a enseñar un truco que aprendí en los cerros de Valparaíso -obedecí, y en cinco minutos estábamos en la calle caminando no sé dónde con el paraíso del arcoíris escondido en nuestras espaldas. Caminamos durante horas, o a mi se me hicieron horas debido al peso, y nos internamos en la locura de la hora punta del centro santiaguino, me hizo parar frente a un edificio enorme y me preguntó si quería subir a lo más alto de la ciudad, antes de que pudiese siquiera pensar en la propuesta, me pescó de un ala y entramos sigilosos, aprovechándonos de nuestro porte, a un ascensor que nos llevó a tan solo una escalera de la azotea del edificio más grande de Santiago.
 -No tengas miedo -me dijo- cuando te ataque el viento. -luego de ésto abrió la puerta y un par de nubes grises me encandilaron junto con el viento que me hacía lagrimar. Cuando logré abrir los ojos, a la intemperie ya, me vi empapado de un imperfectible color blanco en el pecho, seguido de la vocecilla que me decía:
 - !Esto es guerra!, ¿qué esperas?, tienes una mochila llena de colores aún. -Y recién ahí me di cuenta de que todo era un juego, un juego con una larga introducción y mucha pintura. En menos de un minuto me vi lleno de colores, lleno de brillo, mis manos se extendían junto con el azul para lograr manchar a mi compañera de sueños, y las manos de ella galopaban con el verde que me hacía tropezar, y al tropezar saltaban los colores como chispas alcanzando el cielo, que al fin estaba a nuestro alcance. Cuando la muchacha lograba esquivar mis colores que iban hacia ella con una furia sutil, éstos se unían a las nubes creando una tinta líquida y formando sombras violáceas en la ciudad. Logramos la euforia, el éxtasis juntos, sus ojos brillaban al revolcarse en la pintura y los míos se tornaban inocentes al acariciar el amarillo. Danzamos como si la capital sonara bonito, nos amamos en la conjunción de nuestra irreverencia, y soñamos, y...
 -¡Para, Marco, para! -puso el grito en el aire, ahora ocupado por nuestras manchas.
 -¿Qué pasa?
 -Mira el cielo, tonto.
  Mis córneas no lo podían creer, cesaron las bocinas del taco y ahora todos los transeúntes miraban la gran nube negra que apareció sobre sus cabezas.
 -¿Qué hemos hecho? -le pregunté.
 -Le hemos dado color a tu ciudad.
 -¿Cómo que color?, estúpida, ¿no ves aquel negro caoba?.
 -Espera.
 -¿Esperar qué?.
 -Espera, imbécil, y calla.
  Esperé limpiándome el bermellón de las mejillas y logré ver el espectáculo más increíble que nos puede dar la naturaleza, las nubes comenzaron a transitar, a separarse como se separa el agua con el aceite, pero con su gran mancha negra provocada por nosotros. De la nube se podía observar cómo de a poco se escapaba un amarillo medio sucio hacia el sector oriente de la capital, al mismo tiempo un azul, que no se logró escapar de su opaca opacidad, se trasladaba hacia el sector de Puente Alto, luego mis ojos no podían creer cómo un verde turquesa se desplazaba hacia lo que conocemos como Pudahuel, y un rojo teñía de nostalgia las calles de Recoleta, y como si fuese poco tal espectáculo, con un aire de gruñido, comenzó a llover, entintando así la monótona locomoción colectiva con el tono de las nubes de su comuna, desde ese día, las micros amarillas se pasaron a llamar "transantiago", y en las calles más transitadas, debido a un alto flujo de vehículos, las micros se destiñeron creándose así los troncales.
 -Tonto, ¿cómo que "se destiñeron"?.
 -Pero si quedaron blancas po'.
 -Amigo, cuando juntas todos los colores recorriendo las calles rápidamente, se puede apreciar el más magnífico de los blancos, así que, podemos decir que éstas no se destiñeron, sino que se tiñeron tanto que quedaron blancas.

jueves, 6 de marzo de 2014

Sauzh.

Piel que lacia flota y te envuelve, arrástrame hasta el fondo y conozcamos el azul marino, hoy dejo en pausa mi prosa libre y te escondo bajo mi inoperancia. Contemplé el sur, y entre la llovizna me zafé de la arrogancia del norte, ya no lloro por emoción, lloro porque el aire me moja la cara, por los ojos de la humanidad, porque no quiero dejar el revoloteo de las gaviotas solo en mi memoria, planeando libres en territorio ajeno, en propiedad privada, vuela Danae entre algas y machas, llámate a ti misma balbuceando, ahogándote un poco, deshácete de esta línea recta y arrástrate con la corriente del lago, déjate empujar con el ciclo del agua, despídete de tu cuerpo como impedimento físico y comienza a sentir, dibuja garabatos, sé incoherente como tu cuerpo, como tu color de piel y define la coherencia como estúpida y abstracta.

viernes, 24 de enero de 2014

Lúcido físico, pálido.

¡Tengo que comunicar!. La ciencia del estado estimula las lenguas y produce euforia, se desata, se impacienta, se pierde. Surge la catatonia lumínica que despierta las arterias, dejando atrás el paciente pulso habitual, cobrando vida, masticando las venas, más fuerte. Un poco mal, un poco repetitivo, repetitivo, muy repetitivo, y electriza, contrae los muslos, luego los brazos, y baja, y quiebra, y me atrapa, me envuelve. Se hace más tranquilo, más habitual, proporcional al desastre, exhala y lo activa, y late, y late, y late, y ¡bum!. Sudor mental. Vuelvo un poco a lo real y fusionan, mezclan sus humores, tranquilizan la rabia. La brisa pasa como en un cuadro de MARVEL, se dibuja cada metro cuadrado, comienzo a pensar con la cabeza olvidando mi cuerpo crónico. Y se escucha el hogar. El silencio como el hito más importante, insensibilidad luego de un cosmos de sensaciones.

viernes, 17 de enero de 2014

In-time.

Quedóse pacífica al borde
de toda su ternura,
creando un margen para
echar por la borda.

"Es necesario ser un mar para poder recibir una sucia corriente sin volverse impuro."

Sigo cayendo, y creo que llegué al límite de la moderación, llegué al punto en el que, según Nietzsche, se logra amar la tierra más que al propio ser, creo que llegué al punto de odiar un poco el ser, querer ser básica e intuitiva, ser lo que los portugueses llaman "a criança". Hoy temo que la tierra me ponga obstáculos, y ansío tanto el viajar por miedo a éstos mismos.
Mi hombro cicatrizó, al igual que todo mi cuerpo, junto con la serpiente salí viva y más clara, y me puse a pensar, ¡ay dolor que me duele pensar!, necesito soledad, atarme junto al arena, caminar más que nunca, ver mi barrio, dejar mi barrio y contemplar exactamente los mismos colores pero a 500 kilómetros del hogar, y recordar entre los bosques húmedos del sur y con un tinte otoñal, las calles suburbanas donde la adicción es un legado. Corazón, piernas, respondan e invítenme a pasear, por última vez divisaré estas veredas con este par de ojos, me voy al sur a conseguirme unos nuevos, unos más húmedos, unos que tengan ganas de llorar al ver la adversidad, me quiero emocionar, gritar, BAILAR y reír, lo de siempre pero desde el alma.
Desde hace un tiempo me venían intuiciones o algo así como pequeños déjà vu, y vivía con rabia. Mi cuerpo y mi raciocinio, ¡oh par de estúpidos!, no comprendían ni asociaban el poder y nivel de la mente, pero ahora sí, hay algo peculiar en estas calles, cuando camino por ellas siento como si me hablasen, me provocan un efecto psicotrópico inigualable que me transmite esa rugosidad esencial de los adoquines y es como si mi cuerpo entero fuese de adoquines, y mi lengua, y cada poro de mi espalda, y esto es comunicación, la fusión entre la calle y mi propio ser. Y tropiezo, y río, camino.