miércoles, 17 de agosto de 2016

Afirman mi hombro y sin pensar quito el cuerpo, mi lenguaje físico es muy traducible, llegando a ser explícito, y no me da miedo mostrarme, la conciencia actuando como guía necesitada de un cuerpo específico, mi ser dando la espalda pero mi mente arraigada a ella, es como luchar con un demonio al que le tienes cariño, como dejar el pucho, como evitar la sal. Entonces lo que al principio era un trabajo, ahora se tornó una odisea, pero durante la noche es un poco más un juego, una etapa, el juego de conocerse luego de haberse sentido, juego de roles, de orgullo, de ego.
Ópticas abstractas viajan de la cabeza al estómago. Buscando evadir el corazón, se van por las manos deseando tocar, <quizás quieren un despejar mental>, pero el peaje está establecido y las arterias canalizan obligando a analizar las cosas desde una perspectiva emocional, nos da miedo pero hay que atreverse; lo cotidiano y lo psicoactivo no necesariamente son un escape, el corazón está ahí, al medio, y el cuerpo es largo; lo amargo no se endulza, pero se canaliza; lo oscuro se pinta, transformándose sin tener que desechar un borrador, el interés es efímero al igual que los problemas pero el ciclo del cuerpo debe ser completado, no podemos ir por venas pequeñas toda la vida temiendo un bombeo más brusco del músculo principal, porque el desuso de pudre y eso sí es de temer.