viernes, 25 de julio de 2014

yo culiá

Pudo haber sido cualquier cosa, un sonido, una imagen, pasos, comida, pudo haber sido que en ese momento el violeta de su pijama le pareció más bonito o la noche estaba exageradamente melancólica, no sé, pero tenía unas ganas casi incontrolables (a no ser por su orgullo) de llorar durante el resto de su existencia.
Quizás me sentía víctima de algo en lo que era culpable, de todas maneras si éste fuese el caso dejaría de ser culpable y pasaría a ser un trastorno psicológico. Aún así no merecía esta manera obsesiva de querer hacerme entender "a la fuerza" (víctima culpable).
Quizá quería llorar por el hecho de que vio cómo un sueño se desmoronaba por completo quedando hecho trizas todo el trabajo acumulado, toda la formación personal, el traspaso de barreras, el respeto y hasta un poco de aprecio, y ver desde lo más profundo de su entierro al fin un poco de luz tratando de reconstruir los escombros ahogados en lágrimas. El miedo, la desesperación de un par de horas. No sé qué es peor.

lunes, 7 de julio de 2014

Revolución sicodélica.

Quiero reflexionar mi relación con las drogas psicodélicas, aunque es complicado, me atrevo a hacerlo de una manera sutil e ignorante. La primera vez me vi influenciada por la ansiedad de probar, probar sin conocerla, sin saber qué significaba; dar un vuelco en la manera de ver la vida que antes tenía, un vuelco a mis sentidos y mis sentimientos. La primera vez fue eufórica, visual y auditiva, una droga sintética pero no menos introspectiva; me descubrí en una escena lumínica, rodeada de extraños experimentando sensaciones parecidas a las mías. Bailé y gocé con los colores. Descubrí mi gusto por las lagartijas, esas coloreadas lagartijas que podía ver bailando en las paredes al ritmo de "matanza". Descubrí mi electricidad. Descargué una parte oculta y tímida de mi cuerpo. Saqué mis colores y ritmos internos. Reí. Admiré los árboles y los murales de independencia. Fortalecimos una amistad grata, basada en confianza y gustos parecidos, caminamos y el viaje entero, el pre, durante y post fue bonito, cómodo, el más agradable, el primero.
El segundo no tiene una importancia muy grande, aparte de que me sirvió para liberar el estrés y bailar hasta quedar agotada. El tercero lo mismo, fue un paseo por la ciudad, un viaje en metro, análisis de murales y canto e improvisación musical. Otra vez fue también para relajarme un rato y ver figuras por todas partes.
Antes siempre había probado de estas drogas sintéticas, pero mi quinto viaje fue con el grandísimo San Pedro, éste sí fue importante porque el contexto también lo fue; significó el reencuentro con un grupo que se había desgastado un poco, pero que al final nunca dejaría de tener la esencia que nos caracteriza, 3 años de amistad bien firmes. Dos tomamos san pedro y la tercera solo fumó. El viaje más puro que he tenido en mi vida, mescalina recorriendo mis venas, una luna de fuego y un eclipse que nos acompañó durante todo el viaje. Fue entretenido sentir como la naturaleza iba limpiando mi espíritu, había tenido unas semanas de mierda y me abrió caminos que tenía ocultos. Introspección pura, cáctus puro, medicina pura.
Pero claro, soy humana y después del San Pedro había decidido no tomar nunca más los químicos asquerosos que me estaba metiendo en el cuerpo antes, decía: -es como hacer la comparación entre el porro paraguayo y el cogollo-. Pero como soy porfiada también, volví a tomar de los chinos, y me dejó claro que no lo tenía que volver a hacer. Fue la experiencia más sucia que pude experimentar, y fue una dosis muy alta también, al principio la psicodelia fue única, algo que nunca antes me había siquiera imaginado, trataba de buscarle una explicación, de grabarlo en mi memoria pero era tan potente la alucinación que después de un rato de ver tanto mandala perdí la consciencia de mis actos. Recuerdo que estaba viendo la fogata, la madera descascarándose, disfrutando de este viaje único. Pero el silencio fue interrumpido por uno de los irresponsables y más novatos. Sí la droga era muy fuerte, no era para cualquiera y él se asustó, contagiándonos con sus "me voy a morir". De ahí en adelante mi cuerpo reaccionó frente a eso, hizo oídos sordos y quedó en mute, en pausa. Claro está que mi cuerpo siguió funcionando y funcionando demasiado, me desvestí, grité, sudé, hice tanta cosa mientras en mi mente creaba una ilusión paralela. Sentí que moría de sed o más bien de un agotamiento interno, era como si mi cuerpo por dentro estuviese pudriéndose. Luego moría de frío y me decía -ésto es, estoy viendo la luz-, luego veía la oscuridad y consciente de ésto, de que me estaba muriendo, lo disfrutaba. Igual yo soy un poco loca pero en estas situaciones donde no se puede hacer nada no queda más que disfrutar la sensación, descubrir tu cuerpo y hasta dónde la mente te puede engañar. Recorrí mi vida entera en esa noche, vi a mi familia, a mis amigos, mientras mi cuerpo se desesperaba. Me volví loca, esquizofrénica y cuando el malestar era tan rotativo que me cansé pegué el último grito y dije (todo en un cuadro imaginario): -lo mejor que se puede hacer en estas situaciones es dejarse caer-, y solté todo mi cuerpo, todo mi ser se desvaneció, mi mente vagaba en un puntillismo rugoso, en un blanco sucio, en un mal viaje. Siempre tuve la duda de cómo sería un mal viaje y luego de esto descubrí que para todos es diferente, a mi me gustó en el momento pero las secuelas eran inminentes. La mañana fue más linda, cuando el efecto se desvanecía desperté en un saco, semidesnuda, abrí los ojos y pude divisar burbujas flotando en todo el firmamento, aparte que donde estábamos teníamos una vista de santiago entero, cubierto por un manto de burbujas gigantes que reflejaban por el lado izquierdo un tono calipso y por el lado derecho un tono fucsia, burbujas que se creaban entremedio de las ramas, se desplazaban con la brisa y chocaban con nosotros, con el suelo y era tan natural que hasta el día de hoy lo creo real, sí lo creo real porque no dejé de verlas hasta que me acosté a dormir a las 5 de la tarde.
El viaje, el extraño viaje que aún no termino de analizar.
Quizá en algún momento me arrepentí de haberlo hecho pero ahora sé que tuve una lección de vida y para mi interior también.
Hasta ahora puedo decir que me ha ayudado a aprender, conocer mi  cuerpo y mi espíritu, descubrirme en las situaciones más extremas, conocer mis reacciones, mis gustos y mi comodidad, me gusta la psicodelia, pero de vez en cuando, es medicina y no un juego de niños como lo veía hasta hace algún tiempo, introspección y conocimiento del ser, contacto con lo natural, con el instinto, lo mejor es cerrar los ojos y sentir, sentir, sentir.