jueves, 17 de abril de 2014

La luna es tacaña

Vivían viendo transformar el cielo de negro a azul y de azul a celeste, corriendo por las praderas y rascándose entre los espinos y los árboles descascarados. Vivían por si solos y para ellos mismos, sin ansias de encontrarse con alguna otra vida; ermitaños, descalzos, sin tiempo; viendo cómo sus patas crecían y sus cuerpos desarrollaban fibra. Olían cada rincón de la quebrada marcando territorio en una tierra donde nadie más habita, o eso era lo que pensaban.
 Como en toda rutina de buscar alimento, él se fue lejos siguiendo el rastro de un extraño pero exquisito olor; bajó y cruzó el río, subió y desprendió piedras y mucha tierra, hasta que llegó a un valle tranquilo pero bastante similar al de su hogar, ahí encontró un extraño ser: sus patas se parecían mucho a las que él había trabajado durante toda su vida pero las facciones del hocico destruían el canon estético que alguna vez vio en su padre; éste ser era un hembra. Se acercó tímido, un calor le entró desde la cola hasta el cuello, se había enamorado. La saludó y la invitó a su valle. Vivieron durante mucho tiempo juntos hasta que el amor y la costumbre de la convivencia se fueron gastando, comenzaron las peleas, los ladridos y los robos de comida, pero él la seguía amando y no la quería perder; así que recurrió a la palabrería poética y las serenatas nocturnas acompañadas de cenas románticas y veladas que solo un caballero con buen gusto y pasión por su pareja puede lograr, así ella volvió a caer bajo sus patas y renació el cosquilleo juvenil. Un día jugaban a escalar aquél árbol donde él nació, llegaban hasta la punta y cuando lo lograban unían sus patas delanteras y aullaban con la luna a sus espaldas tan llena como sus corazones en ese momento, aullaron tanto que él quedó casi sin voz, y con los últimos respiros le dijo:
-¿Confías en que mi amor es realmente verdadero? -suspiró apenas.
-Sí que lo creo.
-¿Quieres que te lo pruebe? -desafió.
-¿Y... como lo harías?
-Mira, ¿ves ese cerro que impide la vista de Venus?
-Sí claro, vengo del otro lado.
-Bueno, subiré ese cerro, llegaré al valle donde te criaste, escalaré el árbol más alto que encuentre y cuando esté en su copa aullaré tan fuerte como me acabas de escuchar; si mi aullido llega hasta acá y sacude tus patas y tu corazón mi amor estará completamente probado.
-¿Eres capaz de arriesgarte? -dudó ella.
-Por ti cruzaría Los Andes completo.
 Juntó todas las energías que había acumulado en su larga vida y corrió cerro arriba, tropezó, cayó y siguió hasta llegar a la tierra que cerraría su amor por aquella, buscó el árbol más alto antes de que el calambre se apoderara de sus piernas, subió y gritó, desahogando todo el cansancio que esta mujer le hacía sentir, aulló y desde su hocico un mar de pasión se le desbordaba, y entre los colmillos silbaba cada parte del cuerpo de ella, amándolo, deseándolo estando tan lejos por primera vez. Bajó del árbol y volvió y cuando llegó la llamó, tres veces, pero no hubo respuesta, la buscó en el árbol donde habían cerrado el trato pero ni rastros de ella, bajó al río... No estaba en ninguna parte. Se fue a dormir, el otro día pasó, al igual que el siguiente y el siguiente, por 10 días no apareció, por un mes no apareció, él se vio abandonado. Regresó a rascarse en los espinos, ahogó sus lágrimas entre la rosa mosqueta y nunca más volvió a subir hasta la copa de los árboles.

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