miércoles, 23 de abril de 2014

Moriré de viejo.

Bajó las escaleras pensando qué micro iba a tomar, mientras sacaba la cajetilla para luego posar un cigarrillo entre los dientes, distrayendo así el dolor de cabeza que lo acompañó durante todo el día. Cuando salió por fin a la calle, ya oscura por la temporada invernal que se comenzaba a sentir, prendió el cigarrillo y cruzó la calle corriendo, cuando llegó al otro lado se sintió más agitado de lo normal y pensó que debería dejar de fumar, luego se retractó y se dijo:
-No, me moriré a los 99 años con un cigarro y un vaso de whisky en la mano, moriré de viejo y de porfiado sentado en mi sofá, asqueado del olor de los viejos libros de la enorme biblioteca que tendré, cansado de tomar té o mate, del olor de las flores o de mirar la cordillera en invierno, moriré cuando esté cansado de mi caligrafía, cuando esté cansado de la vida moriré, además los vicios son necesarios para la gratitud humana... -y prendió otro cigarro luego de decidir caminar en vez de tomar micro. Caminó y cuando se hallaba vacío de pensamientos movió ligeramente la cabeza para aflojar el atlas y el axis, aliviando el cuello y la espalda. Hace días que convivía con un incómodo pero sutil dolor de mandíbula. Caminó despacio sintiendo cómo de a poco su mente se acumulaba del movimiento intranquilo de la ciudad. Sus ojos fueron testigos de que las luces de los semáforos se multiplicaban creando una ligera catarsis visual y la arquitectura cubista del centro no ayudaban a calmarla. Pasó una micro por su lado, como tantas otras pero ésta, para él, no sonó como las demás; sus oídos estaban tapados, la atmósfera comprimida y la vereda cambió de dimensiones tornándose más pequeña, el ruido de la ciudad también se tornó más pequeño. Al principio se asustó ya que no había consumido nada que pudiese distorsionar sus sentidos, además de los dos cigarrillos y un completo XL de Estación Central a la hora de almuerzo, pero luego cuando se quiso mirar las manos y no pudo aseguró estar soñando, y se dijo -habrá que disfrutarlo y esperar la alarma -luego de pensar ésto sentía que las sábanas le incomodaban, que le envolvían junto con los colores que veía en su sueño, ya no estaba tan tranquilo. Quiso despertar, sacarse el tapón que tenía en los oídos. Quiso gritar, hablarle a alguien siquiera pero todos sus esfuerzos se reducían a una mirada desesperada que nadie, en aquella calle citadina, tomó en cuenta. No eran las sábanas lo que le envolvían, sino su propia existencia. Cesó de ver colores, éstos se diluyeron dejando su vista grisácea y con una luminosidad cegante, dilatada. En ningún momento sintió que caía pero tenía la certeza de que ya no caminaba, dejó de sentir su cuerpo, ahora él era solo mente e imagen; cansado, cerró los ojos esperando despertar y cuando se dio cuenta de que ésto no volvería a suceder, parpadeó por última vez, calmando su corazón, obstruyendo el tráfico, avalando el morbo de la gente que nunca lo conoció y que ya no tendrían la oportunidad de hacerlo.

Danae.

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