La rue.
Busqué en la tierra, entre el pasto, observando cada hebra de luz entre su delgada existencia.
Me subí a la locomoción investigando rostros, busqué tragedias, identidades, personas. Caminé por la carretera, probé los asientos de 63 vehículos, repetí 20 historias. Divagué, mentí. Mi cuerpo se hizo silencio, la luna cambió de lugar, mis pies se enfriaron y despejé el cuello. Quise correr y corrí junto al viento y la cordillera de los Andes.
Quise volver y volví, quise llorar y fracasé, quise caminar y fracasé; fracasé y caí, observé el pavimento mientras diez mil pies pasaban junto a mi cuerpo. Me levanté y comencé a escribir para tratar de entender la situación de estas calles, mis calles, el suelo que me conoce y convive con mi presencia; las casas viejas y las viejas conventilleras, los murales de los creadores más básicos en términos de pintura hasta los más increíbles retratos con un tag entre medio. Todo eso escribí. Desahogué cada adoquín que me hizo tropezar. Di vueltas en bicicleta, a pie y hasta soñando; en cada vuelta cayó una palabra, un garabato o un mar de ellos; y también cayó una Danae y un carácter que no conocía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario