viernes, 23 de noviembre de 2012
Latías tan fuerte, tan fuerte que desde mi cama podía escuchar tu pulso, rayando tímidamente una hoja blanca que es encontraba apoyada incómoda sobre una superficie sin importancia, pero chocaba el grafito con toda tu fuerza, chocaba y me dolía cada vez que manchabas lo impermeable, abrías lo que no se puede abrir y y tomabas de mi boca lo que no se podía beber, rompías todos los horarios por mi culpa, llegabas tarde y yo te daba las gracias, pero nunca quise que hicieras lo incorrecto, sólo que cumplieras mi fantasía,, que terminaste siendo tu, haz lo correcto pero por última vez vendémonos los ojos, apoya tu mano en mi espalda, desde atrás y bésame el omóplato, dame tus nudillos, déjame saborearlos y saber que es la última vez que este cuerpo con la serenidad de tus poros siente tu andar tibio terriblemente ajeno para éste.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario